Pedagoga y escritora dominicana
- Considerada la poeta nacional de la república. Figura destacada de la poesía lírica del siglo XIX.
- Obras: Ofrenda a la Patria, El Ave y el Nido, Sombras...
- Género: Poesía
- Padres: Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León
- Cónyuge: Francisco Henríquez y Carvajal (1880-1897)
- Hijos: Francisco Noel, Pedro, Maximiliano, Camila Salomé
- Pseudónimo: Herminia
- Nombre: Salomé Ureña Díaz
Padres
Hija de Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León.Poeta
Se inició en la poesía a la edad de quince años, publicando sus primeras obras a los diecisiete. En 1867 se editaron sus primeras obras bajo el seudónimo de «Herminia», que usó hasta 1874.Escritora
Fue colaboradora en diferentes periódicos y revistas en los que aparecieron sus poesías patrióticas contra gobiernos dictatoriales, dando su apoyo también a la identidad nacional amenazada por entonces por Haití y España, y también otros poemas de corte lírico más personales.Libros
La primera antología poética dominicana fue Lira de Quisqueya (1874), a la que continuó con su libro más célebre, Poesías (1880), en el que aparecen las composiciones: La llegada del invierno, Melancolías, Padre mío, A mi hijo, La fe en el porvenir, La gloria del progreso. En 1881 se editó su poema más popular, Sombras, en el que se aprecia su desencanto ante la situación dominicana.Matrimonio e hijos
El 11 de febrero de 1880, contrajo matrimonio con el escritor y político Francisco Henríquez y Carvajal, presidente de la República Dominicana. Fueron padres de cuatro hijos.Su reivindicación de la cultura genuina dominicana se la transmitió a sus hijos, Max, escritor, poeta, profesor y diplomático, y a Pedro Henríquez Ureña, ensayista, crítico literario, maestro y poeta, que a su vez preservaron las raíces culturales dominicanas frente a la influencia de otros países.
Recibió influencias de la escuela positivista y la educación normalista del puertorriqueño Eugenio María de Hostos, del que sería alumna. Luchó por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, siendo recordada también por su activismo en favor de la educación femenina. El 21 de octubre está declarado «Día del Poeta» en su honor.
Muerte
Salomé Ureña falleció el 6 de marzo de 1897 en Santo Domingo a causa de una tuberculosis. Tenía 46 años. Se la enterró en la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, siendo trasladada en 1972 al Panteón de la Patria.Obras
-
1873 — La gloria del progreso
1876 — Ruinas
1877 — La llegada del invierno
1878 — La fe en el porvenir
1880 — Anacaona
1880 — Poesía de Salomé Ureña de Henríquez
1881 — Sombras
1897 — Mi Pedro
1902 — Herminia
Otras:
A la Patria
A mi madre
Amor y anhelo
Angustias
Caridad
El ave y el nido
En defensa de la sociedad
En el nacimiento de mi primogénito
Impresiones
Las horas de angustias
Mi ofrenda a la Patria
¡Padre mío!
Sueños
Sombras
-
Alzad del polvo inerte,
del polvo arrebatad el arpa mía,
melancólicos genios de mi suerte.
Buscad una armonía
triste como el afán que me tortura,
que me cercan doquier sombras de muerte
y rebosa en mi pecho la amargura.
Venid, que el alma siente
morir la fe que al porvenir aguarda;
venid, que se acobarda
fatigado el espíritu doliente
mirando alzar con ímpetu sañudo
su torva faz al desencanto rudo,
y al entusiasmo ardiente
plegar las alas y abatir la frente.
¿No veis? Allá a lo lejos
nube de tempestad siniestra avanza
que oscurece a su paso los reflejos
del espléndido sol de la esperanza.
Mirad cuál fugitivas
las ilusiones van, del alma orgullo;
no como ayer, altivas,
hasta el éter azul tienden el vuelo,
ni a recibirlas, con piadoso arrullo,
sus pórticos de luz entreabre el cielo.
¿Cuál será su destino?
Proscritas, desoladas, sin encanto,
en el vértigo van del torbellino,
y al divisarlas, con pavor y espanto
sobre mi pecho la cabeza inclino.
Se estremece el alcázar opulento
de bien, de gloria, de grandeza suma,
que fabrica tenaz el pensamiento;
¡bajo el peso se rinde que le abruma!
Conmuévese entre asombros,
de la suerte a los ímpetus terribles,
y se apresta a llorar en sus escombros
el ángel de los sueños imposibles.
Venid, genios, venid, y al blando halago
de vuestros himnos de inmortal tristeza,
para olvidar el porvenir aciago
se aduerma fatigada mi cabeza.
Del arpa abandonada
al viento dad la gemebunda nota,
mientras que ruge la tormenta airada,
y el infortunio azota
la ilusión por el bien acariciada,
y huye la luz de inspiración fecunda,
y la noche del alma me circunda.
Mas ¡ah! venid en tanto
y adormeced el pensamiento mío
al sonoro compás de vuestro canto.
¡Meced con vuestro arrullo el alma sola!
Dejad que pase el huracán bravío,
y que pasen del negro desencanto
las horas en empuje turbulento,
como pasa la ola,
como pasa la ráfaga del viento.
Dejad que pase, y luego
a la vida volvedme, a la esperanza,
al entusiasmo en fuego:
que es grato, tras la ruda
borrasca de la duda,
despertar a la fe y a la confianza,
y tras la noche de dolor, sombría,
cantar la luz y saludar el día.